martes, 26 de enero de 2010

montaña rusa

Cada vez que apoyo mi cabeza en la almohada por las noches toca, como dice mi amiga Marga, arreglar el mundo. Mientras me quedo dormida, pienso, pienso y pienso en todas las cosas que me han agradado durante el día, también en las que me han hecho darme cuenta de algo y en acontecimientos que han resultado inesperados o poco agradables.

Hace un par de noches di marcha atrás en el tiempo y fui analizando todo lo que me ha sucedido en el último año y medio. Aunque eso de poner etiquetas no es muy sano, sólo se me ocurrió una: compararlo a una montaña rusa. Muchas veces arriba y muchas veces abajo. Todos los movimientos acompañados de un inevitable vértigo con cosquillas en el estómago.

Sin duda, ha habido momentos muy buenos y situaciones en las que deseaba que el tiempo pasara rápido porque podían con mi paciencia y mi seguridad como persona. Sin embargo, con la distancia que permite el tiempo, reconozco que he salido ilesa de todas ellas, y nada ha cambiado, mi vida sigue igual, y yo también, sin perjuicio para ningún elemento de mi mundo y con más fuerza para seguir adelante.

Cuando pasamos un mal momento nos bloqueamos, se nos contrae un nudo en el estómago y a veces no vemos todas las posibilidades que se nos presentan en el camino y, sin embargo, en el momento en el que el temporal arrecia, las velas de nuestro barco siguen intactas, a pesar de las elecciones que hayamos escogido seguimos rumbo hacia donde creemos que tenemos que ir.

Ahora que soy consciente de todo esto, me importa más el camino que el medio de transporte que me lleva por él. Me importa más coger la mano a las personas que lo que ellas puedan darme. Hago en cada momento lo que quiero hacer sin prejuzgarme. Y, sobre todo, sonrío todo lo que puedo, porque, como dice el refrán, "no hay mal que cien años dure", y yo digo que montar en una montaña rusa puede resultar divertido si eres consciente de que tienes que disfrutar y aprender lo que te toque.

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