martes, 27 de abril de 2010

vestigios

Hace unos días paseaba junto al mar cuando una de las casas más cercanas a la playa me llamó la atención. La estampa era singular. Una de las villas más bonitas de aquella zona tenía su jardín plagado de malas hierbas, apenas se podía ver a través de las rejas.

Llevaba mucho tiempo sin pasar por allí, pero recordé perfectamente cómo era aquel lugar meses atrás. Aquella casa desprendía algo hermoso. En ella vivía una pareja que tenía un hijo de unos ocho o nueve años. El jardín siempre lucía cuidado e, incluso, tenía un huerto que arreglaba con mucho esmero un señor que siempre iba acompañado de un perrito muy gracioso.

Días después supe que la pareja que habitaba en aquella casa estaba en trámites de divorcio. Cada uno había ido a vivir a un lugar diferente y lejos del otro mientras aquel jardín y aquellos muros encontraban nuevos habitantes.

La historia me dio que pensar. ¿Cómo crecieron esas malas hierbas en un lugar en el que sólo crecía el amor?. “Son los vestigios de una relación”, me contesté. Me imaginaba los pedazos de un barco después de un naufragio flotando sobre el agua. “Quizás ellos aún se agarran a alguno intentando no hundirse y salvar su historia aunque hayan dejado crecer las malas hierbas en su jardín”, me dije.

Pensé en Anabel y Víctor. Yo tuve la oportunidad de conocerlos y siempre vi en sus miradas esa chispa de complicidad que te lleva a pensar que una relación es más que posible cuando dos personas están dispuestas. ¿Qué pasó entonces?. ¿Dónde se fue el amor?.

Comenté la historia con mi amiga Mari Ángeles, y ella, tan serena como siempre, me dijo: “Las personas estamos más empeñadas en romper las relaciones que en fomentarlas”. Sin duda, me llegó y no he parado de escuchar sus palabras en mi cabeza.

Al final me di cuenta de que el fondo de su reflexión tenía mucho de verdad y empecé a analizar algunos de los comportamientos más habituales en nuestras relaciones con los demás. Y entonces caí en que es cierto. Nos afanamos en decir “tú me dijiste” en lugar de “te quiero”. Gastamos nuestras fuerzas en pensar “tengo miedo a que me dejes” en vez de “voy a disfrutar al máximo el tiempo que dure”. Nos empeñamos en el “no, no puedo” y no lo sustituimos por “coge mi mano, yo te acompaño”. Es realmente sorprendente que sin darnos cuenta nos hagamos tanto daño si al final todos queremos lo mismo.

Sé a ciencia cierta que si nos parásemos un segundo más de lo habitual y pusiésemos la atención más alerta, seguro que llegábamos a entender que un jardín hermoso no tiene por qué albergar ninguna mala hierba.

sábado, 17 de abril de 2010

he aprendido

He aprendido que en mi vida soy lo más importante y que eso es una forma de mejorar en todos los aspectos.

He aprendido que no estoy sola, sino que hay personas dispuestas a acompañarme en el camino.

He aprendido que las circunstancias no son un fin en sí mismas, sino sólo un medio para dar el siguiente paso.

He aprendido que respetarme a mí y respetar a los demás es una forma de amar.

He aprendido a mirar a los ojos a las personas, incluso a las desconocidas.

He aprendido que el miedo no tiene que ver con el ser, sino con el tener.

He aprendido que las personas no son perennes en la vida, algunas sólo vienen a enseñarte algo y se van cuando lo has aprendido.

He aprendido que soy parte de algo importante que va más allá de la razón que conocía.

He aprendido que el juicio y la crítica son dos formas incorrectas de quererme.

He aprendido que cada persona tiene un recorrido y un camino que hacer y que no tienen que coincidir con el mío.

He aprendido que es importante corregir errores y decir lo siento.

He aprendido que mirar hacia adentro y cambiar lo que no me gusta es un acto de valentía.

He aprendido que las personas no se equivocan porque sí, simplemente lo hacen lo mejor que saben en ese momento.

He aprendido que el mundo puede mirarse de muchas formas diferentes, y todas son correctas.

He aprendido que ser persona es una gran aventura y que en el cambio está la propia evolución de uno mismo.

He aprendido que los obstáculos son sólo una forma de superación que aumenta la capacidad de hacer.

He aprendido que dar y recibir son el mismo verbo.

He aprendido que cuando yo cambio, todo cambia.

He aprendido a ser.

He aprendido a vivir.

¡Gracias!