domingo, 26 de septiembre de 2010

Han pasado muchos años desde que te vi la primera vez, tantos que no recuerdo cuándo fue, aunque sí dónde. En aquel momento no podía imaginar ni por un segundo todo lo que vendría después ni todas las cosas que han pasado para que ahora lleguemos a este punto. Al final es como decimos siempre: “La vida da muchas vueltas. Nunca sabemos lo que pasará”.

He de decirte que siempre me pareciste una persona arrogante, pero ahora entiendo que te miraba desde el miedo a que no me vieras. En mi mente siempre te he puesto adjetivos que no eran los mejores, pero sólo por el hecho de que tus ojos y los míos nunca se cruzaron y por ello me he sentido intimidada todo este tiempo.

He oído hablar de ti un montón de cosas buenas, sin embargo, nunca las he apreciado porque pensé que cada uno cuenta la historia tal y como le va… ¡qué equivocada estaba!

Al fin lo he visto. Y no podía ser de otra manera.

Al escuchar tu voz clara y ver tu sonrisa más de cerca me he dado cuenta. Alguien como tú no puede ser una persona arrogante, es solamente una persona asustada. Y cuántas veces me he visto reflejada en todo lo que haces… fue ahí, justo en el momento en que me vi, cuando me dí cuenta de que tú eres mi yo de otra vida, por eso he aprendido a no juzgarte y he llegado a comprenderte… a quererte.

Sé que el miedo hace que nos disfracemos de lo que no somos, pero cuando caemos en la cuenta de la armadura que llevamos, ya no hacen falta las máscaras porque nos despojamos de todo. Es entonces cuando las florituras innecesarias pesan demasiado y nos da igual mostrarnos como somos, es más, queremos dejar ver lo que se ocultaba debajo de esa piel ficticia que nos habíamos inventado para protegernos de no se sabe bien qué cosas. Y así, encarnando esta nueva forma, es cuando empezamos a valorarnos y a dar lo mejor de nosotros mismos sin saber aún que ya no hay vuelta atrás ni retorno a lo que fuiste antes.

No te preocupes, sé que estás en el camino correcto. También sé que tú no lo sabes, pero estoy segura de que te reencontrarás contigo, porque una sonrisa como la tuya no merece menos de eso. Me alegro de haberte conocido por fin.