domingo, 13 de diciembre de 2009

mirar a los ojos

Hace cosa de un mes hice un curso en el que nos plantearon una dinámica muy sencilla: todos los que estabamos en aquella habitación teníamos que andar alrededor de ella y cuando nos encontrásemos con alguien de frente, le miraríamos a los ojos y le saludaríamos amablemente.

A pesar de lo sencillo e insignificante que parece este gesto, me di cuenta de que es bastante poco habitual en la mayoría de las personas. De hecho, unos días después quise confirmarlo y durante cinco minutos en los que Nuria se acercó a saludar a unas amigas me paré en medio de calle Larios e intenté mirar a los ojos a todo el que pasaba. Me pareció increible, pero ninguna de las personas que cruzaban la calle en dirección a la plaza de la Constitución me devolvió el gesto, (¡una mirada!) todas llevaban mucha prisa.

Si aprendiésemos a valorar eso, los pequeños gestos, estoy segura de que seríamos mejores personas. No hay nada como mirar a los ojos de otro con calma, penetrar hasta lo más profundo y sentirte en paz con todo.

Nuestro camino diario es un ir y venir incesante, no lo disfrutamos nunca, sólo nos fijamos en que tenemos que llegar y dejamos pasar los detalles que encontramos en él con la más absoluta desatención. Vamos con prisas por el trabajo, la familia, las obligaciones o, sencillamente, porque somos unos atolondrados y no caemos en pensar que un poco de paz y sosiego cada día serían un regalo del cielo.

Hace unos días que empecé a caer de nuevo en esta vorágine, en la locura mental que ensombrece los ratos de paz, por eso me he recordado a mí misma que es importante pararse todos los días un poco, mirar a los ojos y entender que la vida, las personas y nosotros mismos somos un regalo maravilloso.